Cómo vender un coche, al estilo franciscano

Cómo vender un coche, al estilo franciscano

¿Sabías que fue durante la vida de San Francisco, estimulada por el crecimiento de la clase mercantil, cuando el dinero se utilizó por primera vez en Italia? En medio de este crecimiento del comercio, los frailes desarrollaron una profunda comprensión de cómo la economía afecta a las personas y a las comunidades. Uniendo sus observaciones y su teología, los franciscanos desarrollaron una visión económica que priorizaba las relaciones. Ellos creen creen que comprar y vender no debe ser por interés propio o para maximizar las ganancias, sino para maximizar las relaciones, fortalecer los lazos comunitarios, construir confianza mutua, expresar generosidad, crear ganancias razonables y enfocarse en el bien común.

Suena bien, pero ¿cómo hacerlo realidad en la vida real?

Bueno, un ejemplo podría ser la forma en que el padre de la escritora Firoozeh Dumas vendió su coche. Ella escribe que él, un inmigrante iraní, amaba todas las cosas americanas, especialmente los autos grandes. Cuando llegó el momento de vender su querido Chrysler LeBaron, le pidió a ella, su hija de 13 años y su asesora en todas las cosas americanas, que escribiera el anuncio. Así es como ella cuenta la historia.
«Cuando llegó el momento de decidir el precio, mi padre quería 1.000 dólares. Le sugerí que si quería 1.000 dólares, que pidiera 1.200 dólares. Mi padre, con su tendencia a estar de acuerdo con todas mis ideas, buenas o malas, consintió. Un desfile de compradores potenciales comenzó a venir a nuestro condominio. Me aseguré de estar siempre allí, de pie junto a mi padre. Mi perfecto inglés de chica del Valle tranquilizó a la gente, mitigando el fuerte acento persa de mi padre.

Una noche, apareció un hombre con sus dos hijas, de unos 8 años de edad. Después de mirar bajo el capó, decidió comprar el coche y nos dijo que volvería al día siguiente. Estábamos esperando ansiosos. Como había prometido, apareció la noche siguiente, de nuevo con sus hijas. Después de intercambiar cumplidos, se sacó un fajo de dinero de sus bolsillos y contó doce billetes de 100 dólares.

Mi padre tomó los billetes, le dio las gracias al hombre, pero no puso el dinero en su bolsillo. No paraba de mirar el fajo de billetes. Después de un momento, quitó dos de los billetes y los devolvió. «Esto es para tus hermosas hijas. Por favor, llévalas a Disneylandia y cómprales lo que quieran».
El hombre parecía confundido, casi molesto, como si estuviera siendo engañado. «Por favor», repitió mi padre, empujando el dinero a la palma de la mano del hombre. «Debes llevar a tus hijas a Disneylandia». Las chicas empezaron a chillar. El hombre se detuvo un momento, y luego abrazó vigorosamente a mi padre. Mientras se alejaba en su nuevo LeBaron usado, las hermanas nos saludaron excitadas.

Esa noche, mi padre no podría haber sido más feliz».

Este no es un ejemplo perfecto de comercio franciscano, pero es bastante bueno. El padre quiere un precio justo, nada más. No se aferra al «dinero» como una posesión que se merece. Lo ve como un regalo que puede compartir para aumentar la alegría de los demás. Su acto de generosidad fomentó la confianza y movió a todos los involucrados a un sentido más profundo de conexión, relación y gratitud.

Preguntas de reflexión

  1. ¿Puedes recordar una historia similar en tu vida o ministerio?
  2. ¿Te atrae la visión franciscana de la economía? En caso afirmativo, ¿por qué? Si no, ¿por qué? (Para más información, lee A Free and Fraternal Economy [Una economía libre y fraterna]) del P. Martin Carbajo, uno de los profesores de nuestra Escuela de Teología Franciscana).
  3. Si tu ministerio adoptó el punto de vista franciscano de que nuestros intercambios financieros deben ser impulsados por la generosidad y el deseo de construir relaciones, comunidad y confianza (además de ganancias razonables), ¿cómo podría cambiar tu enfoque sobre las negociaciones con los proveedores, las inversiones, las indemnizaciones por despido, la fijación de los precios, el cambio?